Por César Augusto Cardona,
CPP Mayo de 2024
Susana y Juan Andrés* son una pareja de esposos, con 10 años de matrimonio y un hijo de 8. Durante la pandemia, vieron seriamente afectados sus ingresos, debido a que Juan perdió su empleo. Como muchos hogares, empezaron a buscar alternativas para sobrellevar la difícil situación.
Con más tiempo libre, Juan Andrés comenzó a probar algo nuevo para su familia que, poco tiempo después, se volvería en una idea de negocio: preparaciones congeladas y listas para hacer batidos saludables, con mezclas de frutas y verduras. Lo que comenzó como un método rápido para la nutrición de su hogar, pronto se convertiría en un negocio en expansión. Los clientes empezaron a aparecer: Primero familiares y amigos, luego vecinos, amigos de los amigos, hasta que su cocina y congelador no dieron abasto para el nivel de producción demandada.
La pareja decidió que era el momento de llevar su emprendimiento a un siguiente nivel, y fue allí cuando optaron por rentar un local al occidente de Bogotá, comprar un par de congeladores industriales y, poco a poco, ir adquiriendo otros equipos para industrializar el proceso. Susana repartía su tiempo entre su empleo (que por prudencia quiso mantener) y la empresa familiar, por lo cual, requirieron más manos, y empezaron a contratar personas, hasta llegar a 6 empleados directos, y los mensajeros motorizados encargados de repartir los pedidos.
Todo marchaba bien, pero (siempre aparece un pero), surgieron nuevos y más delicados problemas. Una tarde, dos personas llegaron al local donde funciona la planta a preguntar por el dueño del negocio. En ese momento, ni Juan Andrés ni Susana se encontraban en el sitio, por lo que les dejaron un mensaje señalando que necesitaban reunirse con ellos, para “negociar una colaboración para su organización y, así, garantizarles que pudieran seguir trabajando en el sector”.
Como Juan Andrés y Susana, son miles los comerciantes en Bogotá y en diferentes ciudades del país que deben lidiar con este delito. Solo en la capital del país, al primer trimestre de 2024, los casos de extorsión denunciados habían aumentado un 70%. De acuerdo con el general Daniel Gualdrón, comandante de la Policía de Bogotá, esta cifra se debe a que la gente ha perdido el miedo a denunciar.
Según el oficial, más del 60% de estos hechos son cometidos por delincuencia común, mientras que el 40% proviene de organizaciones más grandes. A través de visitas, llamadas o video llamadas, los delincuentes abordan a sus víctimas, a las cuales estudian previamente, preguntando con los vecinos, observando sus movimientos, visitando sus redes sociales, etc.
Son 4 los métodos y móviles que más emplean los extorsionistas:
- Control territorial: Las pandillas callejeras les exigen pagos semanales, quincenales o mensuales a los negocios en los territorios bajo su control. Aunque suelen ser sumas generalmente pequeñas, estas se van acumulando, por lo que muchos propietarios terminan cerrando sus locales o son asesinados cuando ya no pueden hacer los pagos.
- Imitadores: Los extorsionistas de oportunidad —individuos o grupos que actúan de manera independiente a las pandillas, haciéndose pasar por éstas— reúnen información sobre sus víctimas. Luego hacen llamadas telefónicas amenazantes, solicitando grandes sumas en un solo monto. El modus operandi de estos criminales difiere al de las pandillas callejeras en un aspecto importante: no tienen contacto físico con sus víctimas, mientras que las pandillas envían a sus miembros a que hagan amenazas y reciban los pagos.
- Cárceles: Desde los centros de reclusión se han identificado líderes de grandes estructuras criminales, con pandillas satélites por sectores o ciudades.
- Gota a gota: Aprovechando la necesidad de pequeños comerciantes o trabajadores informales, algunas organizaciones criminales realizan préstamos a usura a corto plazo, mediante el cual, las personas reciben efectivo a altísimas tasas de interés, para luego ser violenta y continuamente amenazados cuando no pueden cumplir con los pagos.
¿Qué hacer en caso de extorsión?
- Mantenga la calma. Si recibe una llamada extorsiva, escuche a su interlocutor/a, nunca confirme su identidad y en lo posible, tome nota de todo lo que le digan.
- Comuníquese de inmediato con la línea 147 o 165 (GAULA Policía) y denuncie el hecho.
- No realice ningún tipo de consignación o pago. Los delincuentes le exigirán cada vez más dinero.
- Si tiene un negocio, procure conocer más de sus clientes. Evite difundir por redes sociales sus éxitos, logros e información personal.
- Cambie constantemente sus rutinas, rutas y medios de desplazamiento.
- Instruya a su personal – o procure que el investigador/a – les brinde instrucciones sobre cómo actuar y qué responder a una llamada o visita.
- Integre una red de información con sus amigos y vecinos para que todos estén alertas, vigilen y denuncien a las autoridades la presencia de sujetos sospechosos.
- Exija la presencia continua de las patrullas de policía.
Siempre es mejor denunciar que admitir la extorsión.